El estrés, los factores ambientales, la alimentación, o la cada vez más elevada edad de la madre a la hora de buscar un embarazo son algunos de los factores que se barajan a la hora de determinar los motivos por los que cada vez más parejas encuentran dificultades para tener hijos. En cualquier caso, y sea cual sea el motivo, lo cierto es que gracias a la técnica de la fecundación in vitro, que comenzó a funcionar en nuestro país en 1978, cada año son más de 15.000 los niños que vienen a llenar la vida de unos padres que no podían serlo por medios naturales.
La reproducción asistida es hoy por hoy un campo en continuo avance, y más concretamente la fecundación in vitro. El avance más sonado tuvo lugar en 1992 cuando se produjo la primera fecundación de un ovocito a través de inyección intracitoplasmática de espermatozoides (ICSI), avance que favorece especialmente a parejas con problemas de factor masculino. Más recientemente se ha conocido un nuevo método creado por médicos de Pekín para el análisis del genoma de los óvulos antes de ser utilizados en una fecundación in vitro, lo que favorecerá el proceso evitando desórdenes genéticos y contribuyendo al éxito de la fecundación.
Un proceso el de la fecundación in vitro que no por estar a la orden del día deja de resultar complejo, precisando del uso de un laboratorio bien equipado y de profesionales adecuados. En un primer lugar es necesario extraer los ovocitos de la paciente mediante una punción, tras un ciclo de estimulación ovárica artificial controlada. Una vez extraídos, los ovocitos deben ser convenientemente preparados y aspirados para ponerse después en contacto con el semen previamente recogido y capacitado, o bien para realizar la inyección intracitoplasmática de espermatozoides. A lo largo del proceso es imprescindible para tranquilidad de los padres que acuden a este tipo de tratamientos la identificación correcta y en todo momento tanto de espermatozoides como de óvulos para asegurar la identidad de las muestras en todo momento.
Una vez se produce la fecundación, los óvulos se cultivan en medios óptimos para favorecer la división celular y la evolución del embrión, y pasados unos días se transfieren al útero de la madre los embriones que tanto los médicos como los padres consideren, normalmente los de mejor calidad y en número variable, entre uno y tres. El resto de embriones fecundados, si los hubiera, pueden ser criopreservados mediante congelación en nitrógeno líquido, para lo que se hace imprescindible el uso de etiquetas de laboratorio técnicas que soporten las bajas temperaturas y mantengan identificados los embriones durante todo el tiempo que vayan a permanecer preservados. Generalmente las clínicas especializadas en tratamientos de fertilidad ofrecen la opción de conservar los embriones durante un periodo máximo de 4 o 5 años para aquellas parejas que, tras haber obtenido éxito en una fecundación, quieran intentar un nuevo embarazo pasado un tiempo.